Reproducimos el artículo publicado en la revista del SIPA por Roberto Benedicto Salas. Arquitecto. Académico de la Real Academia de Nobles y Bellas Artes de San Luis. Marzo 2021. Fotografías de Julio Sánchez Millán.
Las magníficas fotos que acompañamos, obra de Julio Sánchez y promovidas por Miguel Caballú, nos dan la posibilidad de un gozo estético inédito para la mayoría de nosotros. Nos facilitan la apreciación de detalles imposibles de ver hoy desde la distancia que nos ofrece la situación. Detalles de una delicadeza y calidad en la talla de Ramírez del más alto nivel, que nos ha de hacer valorar aún más el tesoro escultórico que alberga esta Santa Capilla. ¿Qué podríamos ver, repitiendo estas fotos en el glorioso grupo central de la venida de la Virgen, en el retablo de Forment o en el de Carlos Salas, entre otros…?
Sobre el recinto construido por Santiago para albergar la Sagrada Columna
La tradición, poderosa y firme, en la que se fundamenta nuestra fe y devoción a nuestra Virgen del Pilar, nos dice cómo tras la venida de la Virgen en carne mortal a Zaragoza y su aparición a Santiago y los convertidos, éste comenzó la construcción de un recinto de planta rectangular, para albergar y proteger la sagrada columna traída por la Virgen, que ha sido desde entonces y a lo largo de los siglos, con en su momento, el posterior asiento de la primera imagen de la Virgen, el eje, foco y punto central, tanto de la veneración de millones de fieles, como de la construcción de las distintas iglesias que aquí se levantaron con la única finalidad de albergar y exaltar esa presencia y acoger a tantos y tantos visitantes. Por otra parte, ese recinto ha sido consolidado, parcialmente demolido, ampliado, ha sufrido un incendio y las obras pertinentes de renovación y reposición de su decoración, y finalmente fue demolido totalmente para ser sustituido por la actual gloriosa Santa Capilla.
En el año 1754 dan comienzo las obras de construcción de la actual Santa Capilla y de una cripta bajo ella que sustancialmente coincide en su planta con la de la capilla construida, bajo el proyecto y dirección de Ventura Rodríguez. Como es natural, se produce la necesaria demolición de aquel recinto cuyo espacio debe ser ocupado por la nueva construcción. Y se constata1 que las partes de los muros antiguos a demoler que llegan a ese año, están formados por un núcleo de adobe revestido en ambas caras, según se afirma “con obra de cantería”. La presencia de Ventura Rodríguez y el nivel técnico de la época, nos obligan a creer en la aplicación correcta del término cantería. Es decir fábrica realizada con sillares de piedra, no de mampostería ni de sillarejo. Nada se dice sobre el grosor de esos sillares de revestimiento, que también pudieron ser un aplacado de piedra de unos 15 cm de espesor. Tampoco, y es lógica la falta de preocupación por esta cuestión, nada se indica sobre si los sillares están colocados a hueso o con argamasa de cal.
El muro descrito formado por un núcleo interior de adobes y dos caras de revestimiento de cantería, es completamente inaudito en el año 40 y aun después. ¿Quién va usar adobes para el núcleo de un muro, un material tan poco resistente y fácilmente alterable y revestirlo con sillares?; el muro así construido carece de la correcta adhesión entre el núcleo de tierra y las dos caras internas de los sillares de revestimiento, con lo que los tres elementos no pueden actuar de forma solidaria, ni su cohesión es la necesaria. Por tanto, es evidente que primero existió el muro exclusivamente de adobes, levantado sobre un absolutamente imprescindible zócalo de mampostería y revestido con revoco de cal, como cerramiento de ese recinto y sostén de la cubierta que lo protegía, que necesariamente tuvo que estar formada por más o menos cuidadas armaduras de madera. Y que con el paso del tiempo su fragilidad se “protegió” con esa “cantería”. Pero no se puede determinar en qué momento se realizó esta mejora, que debió de realizarse pronto, ya que unos muros desnudos de adobe no son muros para perdurar en el tiempo. Es evidente que uno de los primeros y continuados milagros de la Virgen fue el de mantener este recinto incólume.
Cuando en 1754 se realiza la demolición del recinto. Se le pide a Ventura Rodríguez que conserve los restos del muro original que llegan a ese momento, Pero los adobes del muro son llevados ávidamente como reliquias. No obstante y como recuerdo y constancia de lo encontrado, se guardaron dos partes de ese muro embutidas en los muros que rodean hoy a la sagrada columna. El hecho de que se pudiera constatar la existencia de esos restos, supone un muy firme apoyo a la tradición que no se debe obviar. Y que sean precisamente los adobes las piezas llevadas ansiosamente como sagradas reliquias y no las del aplacado de sillería, que no se dejarían tiradas, expresa una clara manifestación de la constante devoción popular. ¿Se ha conservado alguno de esos adobes?.
Algunas cuestiones sobre la Santa Capilla
Una vez decidida la construcción de la actual basílica del Pilar, se planteó un problema que entonces pareció irresoluble. La situación de la sagrada columna, que como sabemos no debía ser movida de su emplazamiento, no coincidía con el eje previsto para la planta del edificio a construir, estaba unos cinco metros a su derecha, hacia el noreste. El eje de la basílica se orienta de sureste hacia noroeste.
Es un hecho que los intentos de desplazar más hacia el noreste ese eje, tratando que la Sagrada Columna quedara integrada en él, presidiendo desde su centro la Santa Capilla a construir, parece que eran impedidos por la proximidad del río y la falta de terreno firme disponible. Y que las varias propuestas de proyectos elaborados al respecto, respetando el eje de la nueva basílica y la posición de la columna, no fueron consideradas apropiadas. Con ello, el principal objeto del culto y finalidad única de esta basílica nunca quedaría situado en su eje y esto en pleno Barroco, que tiene el eje y la simetría como artificio principal de su noble arquitectura. Fue el último de estos proyectos, el Plan de Herrera, que establecía el eje ya descrito manteniendo la posición de la sagrada columna, es decir sin resolver ese problema, el finalmente aprobado. ¿Cómo era esto? Bueno, Herrera era arquitecto real y con él venía expresa la voluntad del rey a quien se había pedido ayuda para poder solucionar el conflicto. Pero avanzadas las obras y llegado el momento de abordar las de la Santa Capilla y resolver aquél problema, la tensión se renovó solicitando nuevamente ayuda al rey. Así, fue Ventura Rodríguez quien de manera genial, escenográfica, sencilla y verdaderamente arquitectónica dio solución a este arduo problema, mediante una hábil disposición y composición de los grupos escultóricos en la cabecera de la Santa Capilla.
Y lo hizo con una arquitectura magistral, una capilla de planta elíptica exenta dentro de la basílica, abierta a las naves por tres de sus lados y cubierta por una cúpula calada sobre amplias pechinas. la Santa Capilla. Bien que ya anteriormente Pablo Ibáñez había propuesto una capilla exenta a la consideración del Cabildo, con una arquitectura “más local”, siendo rechazada. La capilla proyectada por Ventura Rodríguez, una hermosura de arquitectura, compleja y sutil, es un brillante exponente de la cultura arquitectónica de su tiempo, la barrocaclasicista.
La Santa Capilla era la pieza capital de una operación mucho más compleja y extensa diseñada por Ventura Rodríguez, que no pudo realizar. El retablo de Forment se trasladaría, en buena parte relegado al muro sur del Coreto, frente a la Santa Capilla y sería sustituido por un gran y alto templete columnado y abierto que permitiría ver el trasdós del muro de la Santa Capilla con su adoratorio. El espacio así generado sería presidido, como retablo central por el ejecutado por Carlos Salas de la Asunción de la Virgen que conservamos hoy en su lugar.
La Santa Capilla presenta su cabecera cerrada hacia la nave central, cuestión que permite la separación de los espacios y el control del de la Santa Capilla. Un nicho a cada lado de ese muro de cierre, con el grupo de Santiago y los convertidos a la izquierda y la santa columna, ya con la actual imagen de nuestra Virgen del Pilar en el nicho de la derecha, son relacionados por esa gloriosa talla central con la llegada de la Virgen entre algodonosas nubes y sonrientes angelitos, respaldada por ese impresionante y “resplandeciente haz” de rayos de madera dorada que la resalta. Aquí, como es cuestión bien conocida, la Virgen mira hacia el grupo de Santiago y los convertidos, y les señala con claro gesto de su mano derecha, la situación en el nicho de su izquierda de la sagrada Columna. Mirada y gesto que repite bajo ella el ángel inferior, de sorprendente tamaño frente a los numerosos angelitos que contiene la escena. Con esos gestos y miradas el espacio de la Santa Capilla pasa a estar sutilmente centralizado, resolviendo así el problema que planteaba la desviación del eje referenciado. Un efectivo y espléndido recurso escenográfico, bien barroco, que Ventura Rodríguez ideó y el escultor José Ramirez Arellano materializó espléndidamente con su magnífica obra.
Vayamos al grupo de Santiago y los convertidos de la Santa Capilla. Un hermoso y delicadamente tallado relieve por Ramírez Arellano, en el que son notorias las distintas actitudes entre los convertidos. Aquí son siete los que acompañan a Santiago, que situado en el centro de la parte inferior y en primer plano, adorna su ropaje con las conchas propias de un peregrino, sin ostentar báculo alguno; análogamente Santiago está representado en el retablo de Forment, con conchas y su báculo rematado por un bordón y no por la generalizada y anterior tau. Ambas representaciones, además de cumplir su función principal son claras referencias al camino a Compostela.
Santiago, que inicia el movimiento de arrodillarse ante la soberbia imagen divina de la Virgen que desciende hacia ellos, es acompañado a izquierda y derecha por dos de los convertidos, ya de rodillas, de forma que los tres miran arrobados hacia la Virgen. Por encima y en segundo plano aparecen los cinco restantes. A la derecha otro de los convertidos que se sitúa de espaldas al descendimiento de la Virgen, muestra a los demás un libro abierto de buen tamaño, probablemente un códice al que ninguno mira. Otros tres convertidos, en pie, ocupan tras Santiago la parte central del relieve. Uno se destaca por su actitud ya que se dirige a los otros dos volviendo hacia ellos la cabeza, y los tres están comentando algo. Precisamente aquél personaje dirige su brazo derecho hacia el libro ocultando la mano en la manga de su hábito que presenta un extraño pliegue recto en su final. Es llamativo que a la izquierda, un nuevo convertido parece esconderse, temeroso, ante la llegada de la Virgen.
Otro libro o códice, también de buen tamaño, se muestra abierto hacia los fieles en la parte inferior izquierda de la composición. Y aún otro libro de tamaño más pequeño que los hasta ahora mencionados, aparece como si se hubiera caído de las manos de Santiago, sorprendido y extasiado por lo que veía y hubiera quedado boca abajo y de canto junto a su pie derecho. Pero aún hay alguna cosa más. Dos pequeños recuadritos enmarcados por filete recto y plano central rehundido se disponen uno encima del otro en la parte inferior derecha del relieve. Y justo en la zona de la parte superior izquierda, junto a las cabezas del grupito central, podemos ver un notorio anclaje metálico.
El conjunto esculpido es soberbio, como lo es el tema que representa. La venida de la Virgen en carne mortal a Zaragoza, ante el grupo de Santiago y los convertidos. No solo para ellos, para cualquiera, presenciar ese acontecimiento era algo que da sentido a toda una vida, algo que no se repetiría jamás, algo lleno de hermosura y de belleza, algo que Santiago y sus dos acompañantes sienten así y llenos de sorpresa, de fervor, de arrobo, solo recurren a arrodillarse para mostrar ante la Virgen su veneración y así son reflejados por Ramírez de forma excepcional. Entonces, ¿porqué la displicencia de ese grupito central que conversa quedamente y que salvo uno, ni miran a la Virgen? ¿y ese que dando la espalda al descendimiento muestra un libro abierto los demás?… Como si un libro fuera capaz de recoger lo que está sucediendo y sustituirlo. ¿qué muestra, qué pretende?, porque todo eso es debido a la voluntad del escultor que así lo esculpe.
Esto que se narra en este relieve, sucede de manera aproximada en la misma basílica y en el retablo de Damián Forment. En su calle central se representa un acontecimiento de igual trascendental importancia: la Asunción de la Virgen rodeada en la parte inferior por los apóstoles. De entre los que Santiago aparece como figura destacada. Unos miran hacia la Virgen y lo que sucede sobre sus cabezas, pero otros lo hacen en otra dirección, la misma, hacia la izquierda del espacio. ¿Porqué?, no poco se ha dicho al respecto, pero no es considerado como definitivo. Este tipo de cosas las podemos seguir viendo en otros relieves y pinturas. En los que parte de los apóstoles, convertidos o simplemente la gente representada, muestra estar en otras cosas antes de hacerlo en el acto que tienen la inmensa fortuna de presenciar. La investigación debe incidir en estos asuntos, bien que las dificultades son importantes porque es preciso contar con la personalidad del artista, entre otras muchas circunstancias.
Esperando que las consideraciones transcritas, sean de interés para lo lectores de nuestra insigne y antigua revista Aragón. Agradezco la calidad de las fotografías del amigo Julio Sánchez. Y el interés y esfuerzo, notable esfuerzo para poder lograrlas, desarrollado por nuestro amigo Miguel Caballu. Que sea para bien.
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