La Asunción de la Virgen de Carlos Salas (1767-1769)

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Hoy, 15 de agosto celebramos la solemnidad de la Asunción de la Virgen María en cuerpo y alma al cielo, dogma declarado por el Papa Pío XII el 1 de noviembre de 1950. Este es el tema iconográfico del retablo de la Asunción de María en el trasaltar de la Santa Capilla realizado por el escultor académico Carlos Salas entre 1767 y 1769. Se trata de una de esas grandes obras de arte del patrimonio zaragozano, que por su ubicación y entorno prácticamente pasa inapreciable, tanto para el turista como para el propio zaragozano.

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El escultor Carlos Salas (h. 1728-1780). Su obra e intervención en la Santa Capilla y el Pilar de Zaragoza (2 vols.) Ana María Muñoz Sancho

Ana María Muñoz Sancho es quien ha estudiado con más detalle la figura de Carlos Salas en su tesis doctoral: El escultor Carlos Salas (h. 1728-1780) en el contexto de la obra de la Santa Capilla del Pilar y la decoración del nuevo templo barroco que aborda el estudio de esta personalidad artística de primer orden cuya obra se desarrolló en su mayor parte en Zaragoza, a donde se trasladó, después de su afianzamiento profesional en la obra del Palacio Real de Madrid, para participar en la decoración escultórica de la Santa Capilla del Pilar y, posteriormente, la decoración del nuevo templo barroco. El prestigio alcanzando en la obra pilarista le granjeó encargos en empresas de suma relevancia para el arte español de la segunda mitad del siglo XVIII. Sin embargo, por parte de la historiografía no ha recibido la atención que la calidad de su obra merece. La constatación de dicha carencia motivó a Ana María Muñoz a plantear como objetivo principal de su tesis la elaboración de un estudio en profundidad de la figura del escultor Carlos Salas, incluyendo tanto los aspectos biográficos como artísticos, todo ello complementado con un catálogo crítico y razonado de su obra.

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Retablo de la Asunción de María en el trasaltar de la Santa Capilla, por Carlos Salas, entre 1767 y 1769

El magno relieve marmóreo se ubica dentro del majestuoso templo basilical, ocupando el centro del testero de la Santa Capilla (parte trasera); su ubicación responde al proyecto de Ventura Rodríguez para reformar el espacio interior del templo, ya que según este proyecto dicho relieve estaba destinado a ocupar el centro de la nave mayor, ya que se pensó en retirar el retablo de Damián Forment.

El autor de esta magna obra es el catalán Carlos Salas, que a pesar de su nacimiento en Barcelona en el año 1728 tempranamente se traslada a Madrid formándose junto a académicos y trabajando en la decoración del nuevo Palacio Real, obras que le hacen ser nombrado académico de mérito en 1760 de la Real Academia de San Fernando.

Poco después sería reclamado por el arquitecto real Ventura Rodríguez para intervenir en la decoración del espacio pilarista, 1762-1765 esculpe nueve medallones que ornan el recinto; para ejecutar entre 1767 y 1769 este magno relieve.

Juan José Martín González en su obra “Escultura barroca en España 1600-1770” contempla la siguiente afirmación sobre este relieve: “Dada la pulcritud de la talla y el gran tamaño, esta obra constituye algo excepcional en la escultura marmórea española. Por la composición y el significado del volumen se atiene todavía a los cánones del barroquismo”

“Dada la pulcritud de la talla y el gran tamaño, esta obra constituye algo excepcional en la escultura marmórea española. Por la composición y el significado del volumen se atiene todavía a los cánones del barroquismo”

Juan José Martín González

Iconográficamente se representa la Ascensión de la Virgen a los Cielos sobre espléndida gloria de nubes portada por un séquito de ángeles y querubines; mientras que los doce Apóstoles son testigos privilegiados al encontrar su sepulcro vacío.

Artísticamente Salas ha concebido el relieve en dos planos iconográficos, por un lado en el primer término coloca a los doce Apóstoles, organizados en torno al sepulcro vacío de María; un sepulcro que se dispone en diagonal conformando un gran escorzo que hace que la obra gane en profundidad y plasticidad visual. Los Apóstoles configuran un parangón en la escultura barroca, mostrando grandes paralelismos con la plástica italiana, especialmente con Bernini, mucho más comedida y limpia que la española; pero sin olvidar directrices estéticas propias de la corriente artística como son el movimiento, la disposición de las figuras en diagonales, el tratamiento minucioso de los ropajes en base a grandes plegados o los rostros expresivos y cargados de dramatismo. En un segundo término ubica el relieve de María, tratado con menor volumen que el de los Apóstoles; y dispuesto en un marcado eje en diagonal que hace que las fuerzas compositivas emerjan por el flanco superior de la obra.

Todas las figuras están tratadas con gran minuciosidad, conformando un conjunto plástico impactante y sumamente bello. Cada rostro se interpreta de forma individualizada y bella, pero mostrando a la vez los distintos sentimientos y expresiones de la naturaleza humana.

Por su concepción se trata de un relieve prácticamente único en el territorio español, por su gran tamaño y por la belleza plástica de su tratamiento y ejecución; su concepción italianizante sigue las directrices de la escultura académica que el propio Salas ejecuta a lo largo de su vida, mostrando por ende grandes paralelismos con obras italianas y francesas; apreciándose un notable paralelismo con el lenguaje plástico desarrollado por Bernini; característica que le hace ser peculiar dentro de una estética barroca española notablemente dispar a la concebida en otras zonas del continente europeo.

La fiesta litúrgica de la Asunción de la Virgen

La solemnidad de la Asunción de la Santísima Virgen María fue fijada en el 15 de agosto ya en el siglo V, con el sentido de “Nacimiento al Cielo” o, en la tradición bizantina, “Dormición” de Nuestra Señora. En Roma, la fiesta se celebra desde mediados del siglo VII, pero hubo que esperar hasta el 1 de noviembre de 1950, con Pío XII, para que se proclamara el dogma dedicado a María asunta al cielo en cuerpo y alma. En el Credo Apostólico profesamos nuestra fe en la “Resurrección de la carne” y en la “vida eterna”, fin y sentido último del camino de la vida. Esta promesa de fe se cumple ya en María, como “signo de consuelo y esperanza segura” (Prefacio). Este privilegio de María está estrechamente ligado al hecho de ser la Madre de Jesús: dado que la muerte y la corrupción del cuerpo humano son una consecuencia del pecado, no era conveniente que la Virgen María -libre de pecado- se viera afectada por ellos. De ahí el misterio de la “Dormición” o “Asunción al Cielo”.

El dogma definido por Pío XII

“Después de elevar a Dios repetidas súplicas y de haber invocado la luz del Espíritu de Verdad, para la gloria de Dios Todopoderoso que otorgó a la Virgen María Su especial benevolencia en honor de Su Hijo, Rey Inmortal de los siglos y vencedor del pecado y de la muerte, para mayor gloria de su augusta madre y para alegría y regocijo de toda la Iglesia, con la autoridad de nuestro Señor Jesucristo, de los santos apóstoles Pedro y Pablo y con la nuestra, pronunciamos, declaramos y definimos como dogma revelado por Dios que: la inmaculada Madre de Dios, la siempre virgen María, habiendo completado el curso de la vida terrena, fue asumida en cuerpo y alma a la gloria celestial”

Pío XII, Munificentissimus Deus, 1 de noviembre de 1950.

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