Capillas secundarias

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Plano de la Basílica del Pilar con las capillas secundarias

En los muros del perímetro que circunda la catedral basílica de Nuestra Señora del Pilar se encuentran diez capillas secundarias. La visita a las capillas del Pilar se realizará comenzando por la capilla de San Juan Bautista, que es la inmediata al principal acceso a la basílica desde la plaza del Pilar.

Capilla de San Juan Bautista

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Capilla de San Juan Bautista. Basílica del Pilar de Zaragoza

La capilla de San Juan Bautista es la primera del ángulo, entrando por la puerta de la derecha desde la plaza. Fundada por el arzobispo D. Tomás Crespo de Agüero, el mismo que tanto ayudó a levantar el colegio y la iglesia de las Escuelas Pías de Zaragoza, presenta una espaciosa planta cuadrada cubierta con cúpula sobre pechinas y linterna. Su interior forma un conjunto decorativo homogéneo realizado entre 1742-1743, de los más pretenciosos del templo, compuesto por un retablo dedicado a San Juan Baustista, con mazonería protorrococó, interesante escultura del titular, obra de Gregorio de Messa, de hacia 1700, y tres lienzos de San Pedro, San Pablo y el Bautismo de Cristo en el ático, de regular factura y colorido un tanto ácido. Cubriendo los muros laterales se disponen dos grandes lienzos, el de la derecha representa la Predicación del Bautista en el Jordán, y es obra de Pablo Félix Rabiella y Sánchez, y el de la izquierda la Visitación, que se suele atribuir al mismo pintor, pero que en nuestra opinión puede tratarse de una obra de Miguel Jerónimo Lorieri, manteniéndose en ambas un carácter monumentalista, y claras reminiscencias claroscuristas. La ornamentación se prolonga con una pinturas al fresco que recubren pechinas y cúpula, y en ésta aparecen las figuras de las Virtudes Teologales y el escudo del promotor entre exuberante decoración floral y balaustradas fingidas, que son pervivencias del decorativismo barroco de tradición boloñesa.

Adosado al muro derecho se halla el monumento funerario de Crespo de Agüero, prelado que aparece yacente en bajorrelieve en una lápida de alabastro blanco inscrita en un elegante ataúd marmóreo. El monumento, más que por su calidad escultórica, destaca por su diseño efectista y por el acertado trabajo de cantería, de autores desconocidos.

En cuanto al Cristo que se dispone bajo un dosel en el ángulo de la derecha, de mucha devoción en Zaragoza, se trata de una pieza de cierta calidad, que representa a Cristo moribundo, catalogado por Federico Torralba como del siglo XVI, pero en nuestra opinión habría que retrasarlo al siglo XVII, dentro de la estética barroca.

Capilla de Santiago el Mayor o de la comunión

El templete circular que se dispone en ella procede de la Cartuja de Nuestra Señora de las Fuentes (Lanaja, Huesca), en concreto del trasagrario del altar mayor (imagen); fue contratada su ejecución en 1769 por D. Francisco Comenge al escultor catalán afincado en Zaragoza Carlos Salas. Excesivamente esbelto por las reformas que ha sufrido como consecuencia de su nueva ubicación, este tabernáculo de arquitectura clasicista es todavía barroco en sus adornos y en los horadamientos de la cúpula, trasunto de los de la Santa Capilla. De las veinte imágenes que lo decoraban sólo quedan las cuatro estatuas de los Padres de la Iglesia, sedentes, con actitudes de expresividad barroca, policromadas por el propio autor, mientras que el dorado de la mazonería es obra del dorador barbastrense Diego Gutiérrez de 1772.

La imagen de Santiago que preside el altar es obra del escultor valenciano afincado en Zaragoza, Carlos Palao (1858), al igual que las cuatro esculturas exentas de los ángulos del templete (imagen). En los muros laterales hay sendos interesantes lienzos, que representan, a la derecha, el Nacimiento de la Virgen y, a la izquierda, la Huida a Egipto (imagen), obras de sólido dibujo y agradable colorido que hay que situar dentro del manierismo de comienzos del siglo XVII.

Sacristía de la Virgen

Esta sacristía sirvió hace poco tiempo de joyero de la Virgen. Proyectada por Ventura Rodríguez en 1755, se accede al interior de la estancia rococó por una hermosa puerta de mármoles y jaspes con grandes hojas de nogal, entre las que vemos en relieve las armas del arzobispo Añoa y Busto, el cual sufragó con más de 20.000 libras jaquesas los gastos ocasionados por las obras de la Santa Capilla y de esta sacristía; su escudo también campea soportado por ángeles mancebos, encima del gran arco de la entrada del taller de José Ramírez.

El interior de la habitación es algo rectangular, muy suntuosa, admirablemente decorada por José Ramírez en lo que a labor de talla se refiere, y por Joaquín Inza con las pinturas de la parte superior de los muros y techo, en el que se representa a Santiago en la batalla de Clavijo, todas ellos de factura académica y un poco fríos de entonación. Muy llamativo es el suelo de taracea de mármoles, las cuatro puertas con relieves alegóricos marianos y, sobre todo, los grandes armarios de nogal o joyero de la Virgen, como señalan sus paneles con relieves de águilas afrontadas con cornucopias, con técnicas de talla muy minuciosa, propiamente de orfebre, obra de José Ramírez DE ARELLANO y SU TALLER.

Finalmente, en los ángulos del recinto próximos a la puerta y a unas decorativas consolas, se encuentran dos efectistas cabezas degolladas de San Pablo y San Pedro, ambas protegidas por aparatosas urnas rococó, espléndidas obras anónimas donadas en 1786 por María Ana de Urriés y Pignatelli, marquesa viuda de Estepa, que para J. J. Martín González ambas piezas manifiestan ya el reflujo del barroco al contacto con el alboreante neoclasicismo.

Capilla de San Joaquín y de la Virgen

Este monumental retablo se encuentra entre la sacristía de la Virgen y el Museo Pilarista, en una capilla cuyo acceso está situado justamente debajo de la cúpula Regina Martyrum, pintada por Goya. Ha sido estudiado por María Josefa Tarifa Castilla en el artículo que insertamos debajo. El retablo, en madera dorada, de estructura clasicista con detalles rococó, de hacia 1770, procede de un convento franciscano de Tauste y debió de ser trasladado en la segunda mitad del siglo XIX, época en que habrá que situar su transformación, al ser sustituido un lienzo dedicado a san Francisco por el grupo escultórico de San Joaquín y la Virgen, obra de Antonio Palao y Marco de 1854, y la decoración pictórica de Pescador.

En el lado derecho de la capilla se encuentra un lienzo de la Visitación que recuerda el estilo de Ramón Bayeu y, enfrente de él, el mausoleo del duque de Montemar que hizo levantar el rey Carlos III en honor de D. José Carrillo de Albornoz. Inaugurado en 1765, el diseño es obra de Esteban de la Peña, cuyo modelo -notablemente diferente de los aragoneses-, deriva del panteón de Felipe V en la Granja, con su estructura piramidal y dos estatuas alegóricas en estuco de la Justicia y el Valor, que sitúan al joven escultor de la obra, Lamberto Martínez Lasanta, discípulo de José Ramírez, como un maestro consagrado, pero frustrado por su prematura muerte a los 29 años.

Capilla de San Lorenzo

Esta capilla, construida y decorada entre 1716 y 1718, es uno de los pocos conjuntos del actual templo en el que todavía podemos apreciar ciertos elementos decorativos que se hicieron para la solemne traslación del Santísimo en 1718. De dicha decoración se conservan, el fresco de la cúpula, representando la Subida de San Lorenzo a la Gloria portado por ángeles (imagen), de vigorosa composición y agradable colorido, ejecutado en 1717 por el pintor aragonés Francisco del Plano, los arrimaderos de vistosa azulejaría valenciana (imagen), y, sobre éstos, los dos grandes cuadros que cubren los muros laterales, obra del mismo pintor, realizados en 1718, y que narran los pasajes de San Lorenzo ante el emperador Valeriano (imagen) y El martirio del San Lorenzo (imagen); destaca en ellos, junto con ciertas pervivencias claroscuristas y cromatismo decididamente barroco, la suelta pincelada y los rostros expresionistas de los personajes.

Desaparecido el antiguo altar de la capilla poco antes de 1780, el arquitecto Ventura Rodríguez ideó el diseño de este sencillo altar neoclasicista, cuya labor de cantería en mármoles y jaspes ejecutó el cantero flamenco Juan Bautista Pirlet, mientras la imaginería fue contratada al académico Juan Fita en 1780. La labor escultórica de Fita queda concretada en la magnífica escena en relieve del banco que representa la Matanza del papa Sixto II y sus diáconos por las tropas de Valeriano (imagen), al cuerpo principal con el grupo de la Subida de San Lorenzo a los cielos, y al ático con diversas figuras angélicas, todo ello de decidido aire academicista, pero con ciertos resabios barrocos en sus llamativas y escorzadas figuras, también relacionadas con las imágenes del circuito exterior de la Santa Capilla.

Esta capilla de San Lorenzo fue restaurada en 2014, devolviendo la luz y el color a las pinturas de Francisco del Plano

Capilla de San Pedro Arbués

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Capilla de San Pedro Arbués

Esta capilla contiene un retablo en madera que imita jaspes, con el relieve del titular de correcto y frío academicismo, firmado por Antonio Palao en 1873, en madera que imita mármol blanco.

Capilla de San Agustín (Parroquia del Pilar)

Al igual que la capilla de San Juan Bautista y de San Lorenzo, los muros laterales aparecen cubiertos por dos grandes lienzos de comienzos del siglo XVIII, de deficiente factura y muy deteriorados, que representan dos escenas de la vida de San Onofre, a quien estaba dedicada la antigua parroquia desde el siglo XVI (1530).

Preside la capilla el retablo de san Agustín, que procede del convento de Santo Domingo de esta ciudad. El altar, en madera dorada, es un magnífico ejemplar del último barroco, de hacia 1725, con sus perfiles mixtilíneos, sus columnas de fuste liso enguirnaldado y colgantes de cenefas de fuerte sabor plástico; completa el conjunto arquitectónico un vistoso manifestador-sagrario de columnas salomónicas, que en nuestra opinión es algo anterior al altar, de hacia 1700. En cuanto a la escultura es muy destacable, por su novedad, el gran relieve central en el que se representa la Aparición de la Virgen del Rosario a Santo Domingo de Guzmán, acompañados de Santa Catalina y Santa María Magdalena, relieve hábilmente articulado con evidentes afanes realistas y pictóricos, obra atribuible a Juan Ramírez Mejandre, lo mismo que las esculturas de San Judas Tadeo, con el paño de la Santa Faz, y San Matías, los cuales irradian una humanidad nada vulgar. Completan el conjunto la pequeña imagen del titular, San Agustín, de mediocre factura y de autor no identificado, y en el ático un lienzo dedicado a una santa mártir, de agradable factura y colorido, de la época del retablo.

Capilla del Rosario

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Capilla del Rosario

Notablemente adecentada como consecuencia de las obras de limpieza que se han llevado a cabo en los últimos años, la capilla del Rosario presenta en el testero un sencillo retablo en madera, de estilo herreriano, de hacia 1601, pues en esa fecha fue dotada la capilla por la viuda de D. Pedro de Ypas.

Preside el conjunto en su hornacina central la imagen de la Virgen del Rosario, de la misma época, en el ático un Crucificado, y sobre él, el grupo escultórico de San Jorge a caballo, de interesante iconografía. Completan la ornamentación del retablo cinco pequeñas pinturas manieristas: tres tablas se sitúan en el banco, el Nacimiento, la Adoración de los pastores y la Visitación, y en las calles laterales del cuerpo principal Santa Catalina y el Martirio de una santa: encima de ellas hay otros dos pequeños lienzos barrocos reaprovechados, San Miguel y San Gabriel.

Las estatuas de la Fe y la Esperanza, situadas en los flancos del altar y que proceden del trascoro mayor, son dos notabilísimas obras de última época, del escultor Carlos Salas (hacia 1775).

En los muros hay cuatro tablas, que junto con las dos de la capilla de Santa Ana formaron parte de un retablo, obra del importante pintor flamenco afincado en Zaragoza, Rolan de Mois; representan a San Vicente y San Braulio, y en el centro la Dormición de la Virgen y una Alegoría de Cristo con la Sagrada Familia, de excelente factura y colorido dentro de la estética manierista de h. 1580.

En esta capilla se sitúa la pila bautismal, notable pieza de jaspe policromado con gallones y cubierta de madera de motivos dorados, de mediados del siglo XVIII.

Capilla de San Braulio

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Capilla de San Braulio

Poco atractivos resultan ciertamente el retablo y la escultura academicista del titular, que preside el sencillo conjunto, obra bastante pesada del escultor Páramo.

A la derecha se sitúa el sepulcro y mausoleo en mármoles del arzobispo D. Bernardo Francés Caballero, muerto en 1843, cuyo busto en relieve aparece en la parte superior. Obra de mediados del siglo XIX, fue proyectada por el arquitecto Manuel Inclán Valdés, colaborando en la parte escultórica Ramón Subirat.

Capilla de San Antonio de Padua

El culto a san Antonio en el Pilar data del siglo XIV, y la actual capilla de 1713, cuando el Cabildo cedió a D. Guillermo de Moneada, marqués de Aitona, la capilla de San Antonio por sus generosas contribuciones a la fábrica del nuevo templo barroco. Decorada suntuosamente para la inauguración de la iglesia en 1718, ello no fue óbice para que a mediados del siglo se volviese a redecorar -hacia 1750-1755-, coincidiendo su hechura con los preparativos de las obras de la Santa Capilla, llevando a cabo su director en funciones -el escultor José Ramírez de Arellano, ayudado por su taller- el adorno del altar y los vistosos relieves laterales en estuco, y José Luzán Martínez el fresco de la cúpula. Se puede afirmar que el conjunto es espléndido y en opinión de Federico Torralba sin duda alguna la más hermosa e interesante de las capillas del templo.

El altar, de atractivos mármoles negros y jaspes tostados, planta mixtilínea e influencia borrominesca en su alzado, marca un cambio tipológico que se impondrá en Zaragoza en los altares más suntuosos de la segunda mitad del siglo XVIII. Ignoramos el autor del proyecto, pero no desechamos la idea de que fuera el propio Ramírez, hábil arquitecto de retablos, ciertamente influido por las tendencias academicistas y, hasta es posible, por los consejos de Ventura Rodríguez.

Sea cual fuere su origen, sabemos por Aramburu de la Cruz (1760) que el autor de las esculturas en madera policromada fue José Ramírez, el cual llevó a cabo la interesante imagen rococó de San Antonio de Padua con el Niño entre los brazos y a su lado la de Santa Rosa de Lima -una de las mejores imágenes femeninas de Ramírez- y San Guillermo de Aquitania con atuendos militares y gestos de gran emotividad.

De las figuras del ático, la del centro, San Miguel Arcángel, se halla dentro del prototipo que creara Ramírez, mientras que sus compañeros, ángeles mancebos, resultan todavía más amanerados.

Muy destacables son los efectistas relieves en madera dorada del banco que representan ocho escenas dedicadas a milagros de san Antonio de Padua, cuya iconografía también trasciende a los altorrelieves en estuco blanco de los muros laterales, en los que representa la Aparición de la Virgen al santo y el Tránsito de San Antonio, ambos con una estructura semejante que parte la composición en dos escenas: la terrenal, abajo, y la celestial, arriba.

Lo que se ha tenido en cuenta es el efecto del conjunto, sus valores plásticos, dando el justo volumen y perspectiva a cada elemento, en un recinto en el que la falta de espacio y altura del relieve hacían difícil la solución. En los estucos debió de intervenir el taller de José Ramírez.

La cúpula se decoró con un fresco rococó, en el que figuran San Antonio portado a la gloria por los ángeles y, como trasposición de la iconografía del retablo, Santa Rosa de Lima y San Guillermo de Aquitania, en celajes de tonos amarillentos -de clara influencia napolitana- con ángeles músicos de blanda factura. Todo dentro de la estética impuesta por José Luzán.

La capilla de San Antonio de Padua capilla se restauró en el año 2010, gracias al mecenazgo de la Fundación Bartibás Herrero.

Capilla de San José

Contiene un retablo protobarroco de 1630/1640, reformado en los laterales con añadidos de pilastras neoclásicas y alto basamento imitando mármol, en efectista y fría policromía blanca y dorada (siglo XIX). En las entrecalles, esculturas barrocas de San Pedro Mártir de Verona y de San Juan Nepomuceno del último cuarto del siglo XVIII y obra de un buen seguidor de José Ramírez. En el centro del retablo, dos lienzos del primer barroco naturalista muestran a San José con el Niño de la mano y la Virgen arrodillada (central) y Los Desposorios de la Virgen y San José (ático).

A destacar en los muros laterales, también de la primera mitad del siglo XVII, las pinturas de El Sueño de San José y La Huida a Egipto, obras claroscuristas pero con algunos elementos de pervivencia manierista. A la derecha del retablo, en el ángulo, llama la atención un grabado encristalado y con vistoso marco dorado de Nicolás Grimaldi, realizado en Roma en 1720 y que representa la Vara florida de San José, conservada en Nápoles.

Capilla de Santa Ana

El retablo, en madera imitando jaspes, es una obra académica de la segunda mitad del siglo XIX. Comprende el grupo escultórico de San Ana con la Virgen, obra de Antonio Palao y Marco, de 1852, y a ambos lados sendas efectistas estatuas de San Juan de Dios, a la derecha y de San Francisco de Paula, izquierda, que debido tanto al dinamismo de su pose y expresividad de los gestos, como al tratamiento de los paños, bien pudiera tratarse de otras del siglo último barroco, reaprovechadas de algún retablo de mediados del siglo XVIII. Al banco se le adaptaron tres tablitas pintadas de buena factura de la segunda mitad del siglo XVI, que representan la Anunciación, la Adoración de los Magos (¿?) y el Nacimiento de Cristo.

En el muro izquierdo se localiza el sepulcro marmóreo de D. Manuel de Ena (1801-1851), muerto en la guerra de Cuba, a quien sus compañeros de armas le levantaron este mausoleo en 1854. El proyecto se debe a Zabaleta, mientras que de la parte escultórica -estatua del general en el remate- es obra del destacado escultor aragonés Ponciano Ponzano y Gascón, y los leones de la base del escultor Oroz, todo ello realizado en estuco y pintado en blanco.

Muy interesantes resultan en el muro izquierdo dos tablas apaisadas representando a San Vicente y San Valero, que junto con otras cuatro de la capilla del Rosario conformaron un antiguo retablo manierista, atribuido por Carmen Morte a Rolan de Mois (h. 1580).