San Lorenzo, diácono y mártir

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Hoy celebramos la fiesta de San Lorenzo, un santo profundamente vinculado a Aragón, y a la basílica del Pilar, en cuyo interior tiene una capilla dedicada. Quizá sea menos conocida su relación con los avatares históricos del Santo Cáliz o Santo Grial, la reliquia más preciada de toda la cristiandad, la copa de bendición judía utilizada por Cristo en la última cena y que con toda probabilidad se conserva en la Catedral de Valencia como su joya más venerada y excepcional.

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San Lorenzo. Luis Fernández. 1632. Museo del Prado. Óleo sobre lienzo.

Lo único que puede afirmarse con seguridad del más famoso mártir de la Iglesia de Roma es que era diácono del papa Sixto II y que sufrió el martirio en la Ciudad Eterna durante la persecución de Valeriano. A fines del siglo v se redactó la primera versión de la Passio Polycronii, donde se cuenta su muerte, escrito que poco a poco se fue enriqueciendo con todos los detalles que hoy se conocen sobre la figura de este mártir, pero que no tienen garantía alguna de historicidad.

Según la tradición, Lorenzo nació en Huesca en el seno de una pudiente familia que lo envió a estudiar a Zaragoza. De aquí pasó a Roma, donde llegó a ser archidiácono de la ciudad. Al comenzar la persecución de Valeriano, Lorenzo, como administrador de los bienes de la Iglesia, los vendió todos y distribuyó el producto a los pobres. Cuando el emperador Valeriano le exigió la entrega de los haberes a él confiados, Lorenzo se presentó ante él con cuantos pobres y enfermos pudo, diciéndole que aquellos eran los tesoros de la Iglesia. Irritado, el Emperador mandó torturarlo cruelmente y finalmente darle muerte asándolo sobre una parrilla.

El culto a san Lorenzo se extendió rápidamente por toda la cristiandad; en España el poeta Prudencio le dedicó el himno segundo del Peristephanon (compuesto entre los años 398-405), lo que le valió una gran popularidad.

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