El pilar sobre el que descansa la imagen de Nuestra Señora, se trata de una COLUMNA pétrea de jaspe rosado de 170 cm. de altura y 24 cm. de diámetro.
El Santo Pilar que la tradición asegura que no se ha movido del mismo lugar donde se produjo la Venida, representa la idea de la estabilidad del edificio que simboliza la iglesia gracias a la solidez y firmeza de la columna que viene a ser la confianza en la fe que nos demuestra María.
La Santa Columna sobre la que reposa la menuda y entrañable imagen de la Virgen es la verdadera reliquia que se venera con celo en El Pilar, y está cargada de significado. En primer lugar simboliza el conducto que une el cielo y la tierra, “manifestación de la potencia de Dios en el hombre y la potencia del hombre bajo la influencia de Dios”. También es soporte sobre el que se apoya lo sagrado y sustento de la propia vida humana. María, la puerta del cielo, la escala de Jacob, ha sido la criatura escogida por Dios para encarnarse y venir a nuestro mundo, y en Ella la tierra y el cielo se han unido en Jesucristo.
El Pilar evoca la columna de fuego que de noche guiaba a los israelitas por el desierto. En el Ex 13, 21-22, leemos que una columna de fuego por la noche acompañaba al pueblo de Israel peregrino en el desierto dirigiendo su itinerario. En la Virgen del Pilar el pueblo ve simbolizada la presencia de Dios, una presencia activa que guía al pueblo elegido a través de las asechanzas y avatares del camino como un “Faro esplendente”, tal como se le aclama en el himno a la Virgen del Pilar, es decir, la que en los momentos de tinieblas por los que atravesamos en la vida, mantiene viva la luz de la fe.
La columna evoca también la solidez de la Iglesia como si se tratara de un edificio, siempre perseguida, pero siempre en pie, manteniendo la esperanza del que, como dice también el himno, “se abraza a su Pilar”. Las columnas garantizan la solidez y resistencia de la edificación, sea arquitectónica o social. Quebrantarlas es amenazar el edificio entero. La columna es la primera piedra del templo, que se desarrolla a su alrededor; es el eje de la construcción que une entre si los diferentes niveles. María es también la primera piedra de la Iglesia, el templo de Dios; en torno a ella, lo mismo que los apóstoles reunidos el día de Pentecostés, va creciendo el pueblo de Dios; la fe y la esperanza de la Virgen alientan a los cristianos en su esfuerzo por edificar el reino de Dios.
Los textos empleados en la Liturgia Eucarística del Pilar redundan en estas ideas. En la primera lectura, 1 Crónicas 15, se recuerda a la Virgen simbolizada por el arca de la alianza, la presencia de Dios en medio de su pueblo a través de María, lo cual es gozo para la Iglesia. La segunda lectura (He 1, 12-14) y el evangelio (Lc. 11, 272-28) nos hablan también de la presencia de la Virgen en medio de la iglesia y de las alabanzas que el pueblo le tributa. El prefacio celebra las maravillas que Dios ha realizado en María, “esperanza de los fieles y gozo de todo nuestro pueblo”. Durante la oración colecta se pide por intercesión de Nuestra Señora obtener “fortaleza en la fe, seguridad en la esperanza y constancia en el amor”, así como en la oración de las ofrendas, donde se muestra el deseo de “permanecer firmes en la fe”.
La Antífona de entrada habla de María como “la columna que guiaba y sostenía día y noche al pueblo en el desierto”, y en el salmo responsorial se recuerda “el Señor me ha coronado, sobre la columna me ha exaltado”. En el aleluya: “afianzó mis pies sobre la roca y me puso en la boca una cántico nuevo”.
Como vemos, sobresale en la liturgia pilarista la idea de la presencia de María en la Iglesia y la firmeza que su intercesión y su devoción suponen para el pueblo de Dios.
El Santo Pilar se encuentra protegido con una funda de plomo que a su vez se reviste ricamente con planchas de plata repujada, en concreto con dos: Una de fuste de caña alta con aplicaciones doradas, para cuando se expone a la veneración de los fieles descubierto, y otra de fuste de caña baja para cuando la columna se viste con el manto.
La Sagrada Columna solo aparece descubierta en su totalidad a través de un óculo abierto detrás del camarín de la Virgen, que deja completamente desnuda la superficie original del Pilar. Este óculo es el único contacto directo que los fieles tienen con la Santa Columna, donde pueden tocarlo y besarlo. Es tal la magnitud histórica y religiosa de la devoción pilarista, que la columna se encuentra hoy en día desgastada hasta formar un hueco en el que cabe un puño, a causa de los innumerables besos y caricias que los devotos dejan a diario en el Pilar.
Aunque es cierto que existe otro contacto del pueblo con el Pilar, el llamado Paso de Niños. Éste se hace a través de la escalinata delantera que da acceso al camarín que abriga a la columna y a la imagen. Está exclusivamente reservado a los niños, teniendo como fecha límite la Primera Comunión. Los niños siempre son acompañados a la presencia de la Virgen por los Infantes del Pilar, o popularmente llamados “Infanticos”, monaguillos al servicio del Pilar que también tienen el privilegio de poder acceder al camarín, al igual que el Capellán de la Virgen, el Papa, los obispos de la Iglesia Católica, los miembros de la Casa Real, los canónigos el día de su toma de posesión y aquellas personas a las que el Cabildo Metropolitano se lo conceda en un día determinado.