Fundación Ibercaja incorpora a la exposición “Goya. Interludio” tres maquetas realizadas por el pintor aragonés Francisco Bayeu para la cúpula de la Basílica del Pilar. Estas piezas únicas regresan a Zaragoza 30 años después de ser mostradas por primera vez al público en la exposición “El Pilar es la Columna. Historia de una devoción”, que se celebró en La Lonja en 1995.
Con esta iniciativa, Fundación Ibercaja consigue unir la genialidad de Francisco de Goya y Francisco Bayeu, ofreciendo a los zaragozanos esta oportunidad única tres décadas después.
Las maquetas originales de Bayeu vuelven a Zaragoza tres décadas después






Las maquetas de Bayeu ya forman parte de la exposición “Goya. Interludio”, organizada por Fundación Ibercaja. La presentación contó con la participación de May Forcén (directora del Museo Goya), teniente coronel Antonio Iranzo (en representación de la familia propietaria), José Luis Rodrigo (director general de Fundación Ibercaja), José Ignacio Calvo (doctor en Historia del Arte) e Isaac González (restaurador del Cabildo Metropolitano de Zaragoza).
La singularidad de unas maquetas únicas
Los pequeños detalles marcan la diferencia, pero en ocasiones la distancia o la altura dificultan su contemplación. Es el caso de las obras de arte de la cúpula de la Basílica del Pilar, realizadas por Francisco Bayeu entre 1780 y 1783.
Con el objetivo de acercar estas obras a la ciudadanía, Fundación Ibercaja expone en el Patio de la Infanta, como parte de “Goya. Interludio”, las tres maquetas que sirvieron al artista aragonés para conformar las pinturas de la cúpula. Además, esta exposición devuelve estas piezas a Zaragoza tras 30 años, enriqueciendo la colección de obras de Francisco de Goya que atesora Fundación Ibercaja.
Características de las maquetas
Las tres piezas expuestas son excepcionales: aunque las maquetas eran comunes en la práctica artística, hoy es muy difícil encontrarlas. Estas tres corresponden al diseño final que decora actualmente la cúpula de la Basílica del Pilar, símbolo de la ciudad de Zaragoza.
Destacan por la maestría y pulcritud con que fueron realizadas y por constituir el punto de partida de la colaboración entre tres grandes maestros aragoneses: Francisco Bayeu, su cuñado Francisco de Goya y su hermano Ramón Bayeu, quienes trabajaron juntos en la decoración de la cúpula.
Un homenaje a la figura de María
Las tres maquetas —óleos sobre madera— provienen de una colección privada en Palma de Mallorca. Se presentan como modelos tridimensionales de 71 cm de diámetro y 36,5 cm de altura, pintadas en grisalla en forma de cúpula semiesférica.
Representan los temas Regina Confessorum, Regina Patriarcharum y Regina Virginum, exaltando la figura de María a través de títulos de la Letanía Lauretana. Estas maquetas permitieron a Bayeu definir la composición, colores y disposición de las figuras para el tema central: la Asunción de la Virgen.
Visita la exposición “Goya. Interludio”
La exposición “Goya. Interludio” presenta un recorrido por 32 obras de Francisco de Goya, propiedad de Fundación Ibercaja. El recorrido abarca desde sus primeras obras hasta sus pinturas más reflexivas, incluyendo retratos, cuadros religiosos y el boceto del lienzo El dos de mayo de 1808. También se exhiben el boceto del Coreto en la Basílica del Pilar y la serie Juegos de niños.
Francisco Bayeu: un maestro del siglo XVIII
Francisco Bayeu y Subías (1734–1795) fue un destacado pintor español del siglo XVIII y figura clave del arte neoclásico en España. Formado en Zaragoza y en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando en Madrid, fue pintor de cámara del rey Carlos III y colaborador en los proyectos decorativos del Palacio Real.
Además de su importante producción en pintura religiosa, frescos y cartones para tapices, Bayeu dejó un legado duradero en el arte cortesano. Fue maestro de artistas como Francisco de Goya, su cuñado.
Con la exposición de estas maquetas, Fundación Ibercaja permite contemplar de cerca la grandeza del trabajo de Bayeu en la cúpula del Pilar, aportando un valioso matiz a la experiencia de la visita al templo.
Jovellanos, las cúpulas del Pilar y los hermanos Bayeu
Guillermo Fatás | Heraldo de Aragón
En el Patio de la Infanta, un delicado montaje expone preciosas obras de Francisco Bayeu, tres maquetas de las cúpulas que pintarían en el Pilar él y su hermano Ramón.

El gijonés Gaspar Melchor de Jovellanos y Jove fue hombre admirablemente cultivado, políglota, literato, político templado y técnico muy competente en materias como economía y agricultura. Su aspecto lo reflejó Goya, casi coetáneo suyo, en un peculiar e intrigante retrato.
Conocemos que fue «de estatura proporcionada, más alto que bajo, cuerpo airoso, cabeza erguida, blanco y rubio y de ojos vivos. Era generoso, magnífico y aun pródigo en sus cortas facultades (dinerarias): religioso sin preocupación, ingenuo y sencillo, amante de la verdad, del orden y de la justicia: firme en sus resoluciones, pero siempre suave y benigno con los desvalidos; constante en la amistad, agradecido a sus bienhechores, incansable en el estudio, y duro y fuerte para el trabajo», como fue descrito por Juan Ceán Bermúdez. Jovellanos, vocado ante todo al patriótico fin de servir a los demás con sus conocimientos, obtuvo como recompensa una captura vergonzosa y nocturna y, tras un largo viaje, penoso y sin permiso para hablar con nadie, fue encerrado preso en un apartado convento mallorquín.
Allí pasó un año, hasta su traslado al castillo de Bellver, donde el Gobierno lo tuvo inicuamente seis años más, sin acusarlo de nada ni, menos, someterlo a proceso. Su vida (le quedaban años nada fáciles por vivir) fue ejemplar y no puede ocuparnos aquí, pero sí cabe recordar, con M. D. Albiac, su devoción al buen gusto, «el tacto de la Razón», que debe guiar a las personas cultas.
Un azar
Un azar dispuso que el segundo (Manuel) de los tres hermanos Bayeu, zaragozanos de la calle de la Cuchillería (junto al Puente de Piedra), ingresase como ‘donado’ (sirviente voluntario) y, luego, profesase como hermano lego, sin recibir las órdenes sagradas en la poderosa Cartuja de Nuestra Señora que hoy llaman de las Fuentes, cerca de Sariñena. Pasó allí gran parte de su vida. Salvada de la ruina en estos últimos años por la Diputación de Huesca, pueden contemplarse los dos mil metros cuadrados de frescos de pintura religiosa que se deben a sus pinceles. Tantos, que se le acababan las ideas para componer escenas y las pedía (además de chocolate, que el de Zaragoza era muy bueno) a sus hermanos Francisco y Ramón y a su cuñado, Francisco de Goya.
Con el tiempo, sus superiores lo enviaron a que pintase (como pudiese, porque era muy mayor) las paredes de la nueva iglesia que había alzado la Real Cartuja de Jesús de Nazaret, en la mallorquina Valldemosa. Lugar agreste y precioso que atrajo a Chopin (algunos de sus ‘Preludios’ nacieron allí) y a su ilustre pareja Amantine Dupin (George Sand), como también a Rubén Darío o a Unamuno. Algo tenía aquel lugar, pues también allí, encerrado por almas miserables, escribió páginas valiosas Jovellanos.
Coincidieron, pues, estos dos laboriosos personajes, el polímata asturiano y el cartujo aragonés. Y así pudo Jovellanos contemplar, con admiración, unas maquetas de Francisco Bayeu, cúpulas en miniatura pintadas para que los canónigos del Pilar supieran a ciencia cierta cómo iban a quedar, cuando se pintasen, tres de las bóvedas que circundan la Santa Capilla. Dedicadas todas a María como reina de los Profetas, de los Patriarcas y de los Confesores. May Forcén ha subrayado que Jovellanos las contempló elogiando su «franqueza, prontitud y maestría». Su hermano las llevó consigo acaso para copiar sus composiciones.
En el Patio de la Infanta, un delicado montaje expone preciosas obras de Francisco Bayeu, tres maquetas de las cúpulas que pintarían en el Pilar él y su hermano Ramón
Pesquisa de J. I. Calvo
No fue azar, sinosagacidad de investigador, descubrir que tanto esas raras y preciosas piezas como ciertas cartas de Jovellanos en una de las cuales se mencionan no se habían perdido, sino que se conservaban, unas y otras, en manos de la influyente familia mallorquina de los Cotoner. El hallazgo lo hizo José I. Calvo, cuando redactaba con no poco trabajo su tesis doctoral (1998) sobre Manuel Bayeu, que no se ha superado, bajo la dirección de Juan F. Esteban.
Las piezas son tres semiesferas en madera de unos 70 cm de diámetro, con machihembrados que permiten abrirlas por la mitad. Las pinturas de su interior son magistrales, en técnica de grisalla (bicromía) al óleo. Las hizo Francisco Bayeu, grandísimo pintor de la Corte, porque la edad no le permitía asumir todo el encargo de los canónigos del Pilar. Para paliar el inconveniente, le pidieron que pintara los modelos que su hermano Ramón (un buen pintor) había de trasladar a las cúpulas del Pilar. Así se hizo.
Están bien conservadas. Su venida a Zaragoza ha servido para que Isaac González elimine alguna carcoma y fije pequeñas áreas de pintura levantada. Las ha traído la Fundación Ibercaja y se muestran en la planta inferior del Patio de la Infanta, junto con la treintena de Goyas que esperan allí su retorno al renovado Museo Goya. La instalación técnica es llamativa por su buscada delicadeza, que oí explicar a Cristina Rubio, y el visitante sale agradecido de la pericia museográfica de quienes la han montado con tanta finura. Vayan a verlas. Y ojalá su estancia aquí sea duradera.