Después de los Reales Sitios, y sobre todo del Palacio Real de Madrid, el conjunto de pintura mural de la basílica del Pilar de Zaragoza es el más importante del siglo XVIII español, sin ninguna duda. Las más cercanas al río Ebro son las que están en peor estado de conservación
Heraldo de Aragón
Mariano Garcia

«Después de los Reales Sitios, y sobre todo del Palacio Real de Madrid, el conjunto de pintura mural de la basílica del Pilar de Zaragoza es el más importante del siglo XVIII español, sin ninguna duda. Por eso es tan importante actuar de inmediato y garantizar su superviviencia». Así define el historiador del arte Arturo Ansón el conjunto de pinturas murales que adornan bóvedas y cúpulas del Pilar zaragozano. Y la restauradora Teresa Grasa, que ha trabajado junto a Carlos Barboza en las pinturas de Goya, añade: «Hay que plantear con toda urgencia un plan integral de restauración que aborde la recuperación de todas las pinturas. Es una tarea absolutamente prioritaria, en la que deberían colaborar todas las instituciones e incluso la sociedad civil».
El pasado 29 de marzo se desprendió un pequeño fragmento de una cúpula pintada por Ramón Bayeu e impactó en el rostro de una persona que en ese momento estaba en el interior de la basílica. El Cabildo acordonó la zona para prevenir posibles nuevos desprendimientos y ha decidido ya levantar un andamio, cuando acaben los actos propios de la Semana Santa, que permita apreciar en vivo y en directo en qué situación se encuentra la cúpula. No está claro aún si dispondrá de suficientes recursos económicos para iniciar de inmediato los trabajos, pero parece firmemente decidido a poner solución al problema. El principal templo de Aragón está en obras, y lo estará en el futuro porque quiere llegar completamente renovado al año 2040, cuando celebre el bimilenario de la visita de la Virgen a Zaragoza.
El arquitecto de las torres del Pilar recomienda intervenir «de inmediato» en la bóveda dañada
«No hay en toda Europa un conjunto de pintura mural tan importante como el del Pilar y que esté necesitado de una restauración urgente», añade Teresa Grasa.
La cuestión es que el problema es mucho más grande de lo que parece. Ni siquiera existe un diagnóstico preciso de cuál es la situación a la que hay que enfrentarse. Se sabe que tres obras deberían encontrarse en relativas buenas condiciones.
Se trata de la cúpula ‘Regina Martyrum’, restaurada en 1981-1982 (y de nuevo en 2001), y la bóveda del coreto (restaurada en 1992), ambas de Goya; y de la obra de González Velázquez sobre la Santa Capilla (restaurada en 1997-1998) y en la que reflejó precisamente cómo se construyó la Santa Capilla y la Venida de la Virgen del Pilar a Zaragoza.
A partir de aquí todo son incógnitas. Las pinturas no están bien iluminadas y se encuentran oscurecidas por haber sufrido hasta hace poco el humo de las velas y la carbonilla de la calefacción. Para saber en qué estado se encuentran hay que subir a las alturas.

«Solo se ven relativamente bien de 3 a 5 de la tarde y de mayo a septiembre –señala Ansón–, pero tampoco es suficiente para establecer un diagnóstico sobre su situación. Seguramente un dron con focos de luz serviría para esa tarea».
«El interior del Pilar se puede recorrer más o menos por completo desde las cornisas de las alturas, jugándote el tipo –añade Teresa Grasa–. Carlos (Barboza) y yo lo hicimos en 1992 y llegamos hasta la ‘Alegoría del Rosario’ de Stolz y ya entonces comprobamos que se estaba cayendo a pedazos porque el mortero se estaba literalmente convirtiendo en polvo».
De entonces a hoy la situación no puede haber mejorado, más bien al contrario. De hecho, Barboza y Grasa reclamaron en 2009 en las páginas de HERALDO iniciar el proceso de restauración de las pinturas del Pilar, que entonces ya se consideraba «urgente», por la ‘Alegoría de Rosario’ de Stolz, antes que por las que realizaron los Bayeu.
Desde el punto de vista pictórico, el Pilar podría dividirse a lo ancho en dos mitades, con el eje en la cúpula central. En la parte de la izquierda, la más cercana al Puente de Santiago, la mayoría de las cúpulas y bóvedas están vacías (de ahí los sucesivos intentos de que grandes pintores las decoren, desde Salvador Dalí a Antonio López), a excepción de un par de pinturas realizadas por el valenciano Ramón Stolz entre 1950 y 1954 (con la ayuda de José Cuní).
El hecho de ser las más modernas no ha impedido que sufran desperfectos importantes.
En la mitad derecha de la basílica, mirándola desde la plaza, se concentran las pinturas de mayor interés para los historiadores, empezando por las que luce la cúpula central. Allí, en 1872, el Cabildo Metropolitano de Zaragoza encargó la decoración a cinco artistas aragoneses. El equipo lo dirigía Bernardino Montañés y junto a él trabajaron Mariano Pescador, León Abadías, Francisco Lana y Marcelino de Unceta. El tema propuesto fue el de la ‘Trinidad coronando a María como Reina de todos los Santos’. Se ignora el estado de esta pintura aunque se presume que no está en muy malas condiciones. Tampoco parece sufrir una situación delicada la de Antonio González Velázquez en la Santa Capilla. Aunque ya han pasado 27 años de su restauración.
De lo que siempre han alertado los especialistas es de la situación en la que se encuentran las que rodean la Santa Capilla, donde se venera la Virgen. «Como en 1779 España entró en guerra con Inglaterra y eso generó ajustes presupuestarios en la Corona, se suspendió la realización de tapices en Madrid –relata Arturo Ansón–. Goya y Ramón Bayeu se quedaron sin trabajo y Francisco, que pensaba en toda la familia, decidió ofrecerse al Cabildo de Zaragoza para llevar a cabo una propuesta que antes no había podido aceptar, la de completar la decoración de las bóvedas y cúpulas del entorno de la Santa Capilla».
Francisco Bayeu ya había estado en Zaragoza unos años antes pintando dos cúpulas, una que representa la ‘Regina Sanctorum Omnium’ (Reina de Todos los Santos), entre la Santa Capilla y el Coreto (1775); y la ‘Regina Angelorum’ (Reina de los Ángeles) (1776), en la bóveda sobre el trasaltar. De la situación en la se encuentran estas dos baste decir que la última de ellas fue rehecha prácticamente por completo por Ramón Stolz en 1940 cuando estuvo trabajando en la basílica.
«Se la encontró muy estropeada –relata Arturo Ansón–. Lo que hizo fue repintarla intentando seguir en todo lo posible la iconografía, el espíritu y la mano de Francisco Bayeu»». Cuando este pudo aceptar la propuesta del Cabildo y vino a Zaragoza con su hermano Ramón y su cuñado Francisco de Goya a completar el trabajo alrededor de la Santa Capilla, la idea era que cada uno de ellos pintara dos elementos.
El proyecto tenía muy buena pinta. Los tres pintores estaban plenamente acreditados (en 1772 Goya había pintado el tema de ‘La Adoración del Nombre de Dios’ en la bóveda del Coreto –hoy en buen estado–, con alabanzas por parte de todo el mundo). Pero…
«Goya en la ‘Regina Martyrum’ (Reina de los Mártires) se tomó algunas libertades, como no pintar las alas de los ángeles al lado de la Virgen. Pensó que el estuco de la preparación no lo hacía necesario porque ya se veían blancas desde abajo. Los canónigos, al ver su trabajo de cerca, creyeron que la obra estaba inacabada y protestaron». Al final, Goya abandonó el proyecto (de esa desilusión proviene la famosa frase de ‘En acordarme de Zaragoza y de pintura me quemo vivo’) y Ramón Bayeu hizo la segunda pintura que tenía prevista el pintor de Fuendetodos. De este modo, rodeando a la Santa Capilla hay nueve escenas, cuatro de Francisco Bayeu, otras tantas de Ramón Bayeu y una de Goya, que es la que se encuentra en mejor estado por haber sido objeto de dos restauraciones en las últimas décadas. Del resto…
«Las que peor están son las de Ramón Bayeu –subraya Teresa Grasa–. Solo hay que tener en cuenta que en 1991-92 la pintura de la alegoría ‘Regina Virginum’ (Reina de las Vírgenes) ya presentaba pérdidas y lagunas de más de dos metros de longitud». Y a todo lo anterior hay que sumar además el estado de lo pintado en capillas y pechinas. Hay que plantear un plan integral de restauración y empezar a trabajar ya». Ese momento puede estar cerca, en parte por lo sucedido, en parte porque el Cabildo ya contemplaba un plan integral para el templo.
«Ramón Bayeu no fue un pintor de segunda fila, ni mucho menos –subraya Arturo Ansón–. Dominaba la técnica y, si tenía a mano un buen modelo, pintaba francamente bien. No tuvo, eso sí, la capacidad de idear de su hermano Francisco, pero fue un muy buen pintor, que dejó su impronta en la basílica y que contribuyó a constituir ese gran legado pictórico que tiene el Pilar».
«Eso es lo que tendría que interiorizar el zaragozano medio. Que el Pilar es muy importante y tiene una gran significación como templo religioso –concluye Ansón– pero que es también una gran joya artística. Lo que toca ahora es hacer un buen diagnóstico de la situación y una buena planificación técnica, con un calendario de actuaciones bien diseñado. Habría que contar también con el Instituto del Patrimonio Español. 2040 está muy lejos, hay que restaurarlo todo antes».