Intentos fallidos para la decoración del Pilar de Zaragoza

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José María Martínez Tendero, Reina de la Paz (boceto preparatorio), 1979. Imagen cortesía de Martínez Tendero
José María Martínez Tendero, Reina de la Paz (boceto preparatorio), 1979. Imagen cortesía de Martínez Tendero

Reproducimos un artículo publicado en la revista del SIPA, Aragón Turístico y Monumental, nº 390, Mayo 2021, por Paco Rallo, artista visual, con el titulo: Intentos fallidos para la decoración del Pilar de Zaragoza.

También enlazamos aquí el capítulo de Sergio Artiaga Royo: Los últimos proyectos para decoración pictórica de la Basílica del Pilar (Zaragoza), incluido en el libro El arte del siglo XX, publicado en 2009 por la Institución Fernando el Católico, págs. 213-230.

Además, intercalaremos en el texto de Paco Rallo que sigue una carta de febrero de 1996 que Gonzalo Borrás dirigió a Eduardo Torra de Arana con motivo de la decoración de la cúpula «Reina de la Paz» en el templo del Pilar de Zaragoza, y publicada en el librito que recogió su ponencia con motivo del día de San Braulio, patrón de la Universidad de Zaragoza en el curso 2011-2012, titulada: Historia del arte y patrimonio cultural, una revisión crítica, pp. 115-117.


El arte comparte con la fe el mismo camino: el de la belleza. Contemplar el gran arte, expresión de fe, nos ayuda en particular a redescubrir lo que importa en la vida, pues el arte representa una necesidad universal que en medio de este mundo en el que se palpa el egoísmo y la lógica del poder, es fuente de armonía y de paz.

Papa Francisco, 2018

En la Catedral­ Basílica de Nuestra Señora del Pilar de Zaragoza, trabajaron grandes artistas a lo largo de los siglos. No es cuestión de ha­cer un listado, pero sí destacar entre ellos a los escultores Damián Forment, Juan de Moreto, José Ramírez, Carlos Salas; los pintores Antonio González Velázquez, los hermanos Ramón y Francisco Bayeu, Francisco de Goya, Bernardino Montañés, Marcelino Unceta, etc.

La última intervención pictórica en el templo la realizó el prestigioso pintor valenciano Ramón Stolz Viciano (1903-­1958), experto en la dificultosa técnica de pintura al fresco sobre muro de cal, en la que se enfrentaría a una cúpula ovoide junto al coro, con la iconografía maria­na de Regina Sacratissimi Rosarii, terminada en 1955. Años anteriores, este artista había estado restaurando en el Pilar las pinturas al fresco de algunos de los importan­tes nombres citados. También realizó para el templo las pinturas murales La rendición de Granada y El Milagro de Calanda.

Diferentes ideas y proyectos se han ido superponiendo a lo largo de las décadas desde 1978 hasta 2017, para embellecer la arquitectura interior del Pilar, a través de la decoración pictórica. Las iniciativas fueron promovidas oficialmente por el Cabildo Metropolitano, el Ayunta­miento de Zaragoza o por iniciativa privada, como la sur­gida desde la dirección de Heraldo de Aragón. Siempre se contó con el asesoramiento de expertos de las dife­rentes instituciones oficiales y académicas de la ciudad, que evaluaron junto al propio Cabildo. Tristemente ningu­na llegó a realizarse. He centrado este artículo desde mis recuerdos vividos y la documentación que conservo.

Existen muchas referencias, en diferentes templos es­pañoles, de artistas que han dejado su legado. Citaré cuatro de ellas: las extraordinarias intervenciones de los maestros Jorge Oteiza, Eduardo Chillida, Lucio Muñoz o Néstor Basterrechea, en la Basílica de Nuestra Señora de Arántzazu, en Oñate, Guipúzcoa, en 1955; las preciosas vidrieras abstractas de La Catedral de Santa María y San Julián de Cuenca, de los conocidos pintores vinculados a la ciudad y a su museo de Arte Abstracto Español, Gusta­vo Torner, Henri Dechanet, Gerardo Rueda y Bonifacio Alonso, inauguradas en 1995; las esculturas de la fachada de La Pasión, en la Sagrada Familia de Barcelona, pro­yecto de Gaudí, donde mi admirado escultor Josep María Subirachs, trabajó in situ entre 1987 y 2009, una obra magna realizada para la posteridad, esculpida en piedra, desde su personal mundo creativo; por último, comentar la gran intervención en La Seu de Santa María de Palma de Mallorca, de Miquel Barceló, con un gigantesco lienzo cerámico de más de 300 m2, adaptado a la capilla gótica de San Pedro, terminado en 2004.

JosÌ Orús, Sin titulo, (pintura realizada para la intervención en la bóveda y lunetos de la sacristía mayor de la Basílica del Pilar), 1979. Cabildo metropolitano de Zaragoza. Imagen cortesía de Désirée Orús.
José Orús, Sin titulo, (pintura realizada para la intervención en la bóveda y lunetos de la sacristía mayor de la Basílica del Pilar), 1979. Cabildo metropolitano de Zaragoza. Imagen cortesía de Désirée Orús.
Pascual Blanco Piquero, Virgen de la Paz (boceto general para el proyecto),1995. Óleo sobre tela, 165 x 110cm. Colección Heraldo de Aragón. Imagen cortesía de Maite Gil Trigo.
Pascual Blanco Piquero, Virgen de la Paz (boceto general para el proyecto),1995. Óleo sobre tela, 165 x 110 cm. Colección Heraldo de Aragón. Imagen cortesía de Maite Gil Trigo.

En el Pilar se quiso contar, en 1978, con el afamado artista Salvador Dalí (1904­-1989) que vivía inmerso en la llamada renovación del nuevo misticismo. El tema elegido fue Regina Hispanitatis. Dalí mostró un gran interés, propuso pintar al óleo sobre tela para ser sellado a la bóveda, situada entre el altar mayor y el coro. Habría sido un gran referente dentro de su dilatada trayectoria universal haber podido dejar su impronta en el Pilar. No fue posible después de los diferentes contactos que se establecieron entre los canónigos encargados para tal cometido y los representantes legales del artista. Se alude al elevado caché del pintor, que Dalí había ajustado a cien millones de pesetas, por falta de presupuesto. Considero que no hubo visión de futuro y la ciudad perdió un gran atractivo turístico de trascendencia internacional. No se conocen bocetos preparatorios, es posible que el maestro, al no materializarse el encargo no los realizara. Fue el primer intento fallido.

En 1979, el Arzobispado y el Cabildo, convocaron un concurso, por invitación, para realizar propuestas, ideas y bocetos para decorar el Templo Mariano. Fueron asig­nando los espacios y los temas por parte del Cabildo a los pintores aragoneses Ángel Aransay (1943-­2015), capilla del Rosario, Madre de la Iglesia; Pascual Blanco (1943-­2013), capilla de San Pedro Arbués, La Virgen del Pilar, Patrona de Aragón; Baqué Ximénez (1912­-1998), capilla de la Parroquieta, María y los pobres; Natalio Bayo, mu­seo Pilarista, Reina de la Hispanidad y en el vano de la sacristía de la Virgen, Alegoría del tiempo; José Luis Cano, capilla de San Joaquín, Causa de nuestra alegría y Jo­sé María Martínez Tendero, capilla de Santa Ana, Reina de la paz. En sesión capitular de 8 de noviembre de 1979, el Cabildo decidió por unanimidad aprobar los bo­cetos presentados por Aransay, Baqué Ximénez, Bayo, Blanco, Cano y Martínez Tendero.

Segundo intento fallido, esta vez al no autorizar, o más bien, por dar la callada por respuesta, la Dirección Gene­ral de Bellas Artes de Madrid. Se conoce también que se incorporaron otros artistas aragoneses como Alberto Du­ce (1915-­2003), Martín Ruiz Anglada (1929­-2001) y José Orús (1931­-2014), este último con una pintura abstracta de su personal mundo creativo. El profesor y critico de arte Ángel Azpeitia definió la obra: Su plástica de materia y luz proporcionaría a la bóveda una cualidad de espiritua­lismo muy apropiada. Algunos de estos bocetos, se pue­den contemplar en la colección del Museo Alma Mater de Zaragoza.

Otra iniciativa es la propuesta que realizó en 1991, Pa­blo J. Rico, cuando era responsable de Exposiciones y Museos del Ayuntamiento de Zaragoza, al pintor arago­nés Antonio Saura (1930-­1998), conocido miembro del grupo El Paso. Planteó al artista la posibilidad de pintar una de las cúpulas del Pilar. El tema que le sugirió fue el de Reina de La Luz, según me comentó personalmente, a raíz de enterarse de que preparaba este artículo, el pro­pio Pablo J. Rico. Organizó una comida a la que asistie­ron José Manuel Díaz Sancho, concejal de Acción Cultu­ral del Ayuntamiento de Zaragoza, Don Elías Yanes, Arzo­bispo de Zaragoza, el pintor Antonio Saura con su mujer Mercedes, y él mismo, en la que se debatió sobre la po­sibilidad de que el artista interviniera en el Pilar. Me infor­mó de que «Saura estaba entusiasmado y señaló que de hacerse dejaría de pintar después, para él era lo máxi­mo». Díaz Sancho prometió que el Ayuntamiento sosten­dría el proyecto y buscaría financiación privada, y Don Elí­as Yanes se comprometió a hablar con el Cabildo acerca de ello. Sin embargo, parece que desistió seguir adelante por las reticencias de algunos de sus miembros. Como es evidente, nunca se hizo y tampoco trascendió. Tercer intento fallido.

Heraldo Aragón en el I Centenario de su fundación, en 1996, presentó un año antes al Cabildo la iniciativa, de una intervención pictóricamente en el Pilar, que contó con la aprobación del Arzobispo Monseñor Elías Yanes. Se eligió la superficie abovedada entre el Coro y la cúpula mayor. El tema propuesto por el Cabildo fue Reina de la Paz o Reina de la Hispanidad. Se manejaron varios nom­bres de pintores aragoneses, resultando tres artistas fi­nalistas, Santiago Arranz, Pascual Blanco y Jorge Gay. Se creó una comisión integra­da por el Cabildo, Patrimonio del Gobierno de Aragón y el departamento de Arte de la Universidad de Zaragoza, junto a los repre­sentantes de Heraldo de Aragón. La cuan­tía económica ascendía a ochocientas mil pesetas para cada uno de los dos artistas no elegidos y quince millones de pesetas, para el ganador, que debía realizar la inter­vención pictórica sobre una superficie de 80 m2, más dos óculos de 10 m2, cada uno. Los pintores mostraron sus propuestas y bocetos en una exposición que se organizó en el Museo de Zaragoza, del 12 al 20 de enero de 2016, resultando ganadora la pro­puesta Regina Pacis de Jorge Gay.

Jorge Gay Molins Regina Pacis boceto general para el proyecto 1995. Imagen Cortesia de Jorge Gay
Jorge Gay Molins, Regina Pacis, (boceto general para el proyecto), 1995. Imagen Cortesía de Jorge Gay.

Asesoramiento sobre la decoración de la cúpula «Reina de la Paz» en el templo del Pilar de Zaragoza, emitido por Gonzalo M. Borrás Gualis a solicitud de Eduardo Torra de Arana para uso interno del Excmo. Cabildo Metropolitano y del Excmo. y Rvdmo. Sr. Arzobispo

Zaragoza, 19 de febrero de 1996

D. Eduardo Torra de Arana

Querido Eduardo:

A mi regreso de Ciudad Real, donde he estado la semana pasada impartiendo un curso de Doctorado sobre «Mudéjar toledano» en la Universidad de Castilla-La Mancha, me encuentro en el correo atrasado con tu carta del día 9 de los corrientes, solicitándome para uso interno del Excmo. Cabildo Metropolitano, así como del Excmo. y Rvdmo. Sr. Arzobispo mi parecer sobre la decoración de la cúpula «Reina de la Paz» que ha de realizar en el templo del Pilar de Zaragoza el pintor Jorge Gay, como resultado del concurso restringido convocado a tal efecto, obra patrocinada por el Heraldo de Aragón con motivo de su centenario.

Con sumo gusto, pues conoces la gran estima y aprecio en que os tengo tanto a ti personalmente como a las instituciones religiosas que me mencionas, paso a manifestarte mi opinión sobre el tema, que tal vez ayude poco a vuestra reflexión, aunque desde luego podéis hacer uso de la misma no solo privado, sino
también público, si llegado el caso lo estimaseis conveniente.

Pienso que el problema no radica de entrada en pronunciarse sobre la calidad artística del boceto de Jorge Gay, cuestión siempre muy relativa, y que por mi parte es afirmativa, sino en aportar una reflexión general sobre la oportunidad o inconveniencia de seguir incorporando al templo del Pilar nuevas dotaciones artísticas en el momento actual, aportando argumentos en pro y en contra, con los que podáis fundamentar vuestro criterio y decisión capitular.

En efecto, a mi entender, cabe adoptar dos posiciones, estimo que igualmente legítimas, en relación con un monumento tan singular como es El Pilar de Zaragoza: una, la de considerarlo como una obra ya cerrada desde el punto de vista artístico, perteneciente a la historia, con un patrimonio artístico de incalculable valor y, por tanto, como un legado histórico sobre el que debe prevalecer el criterio exclusivo de su conservación, para no desnaturalizarlo; otra, la de entenderlo como una obra abierta, que sigue permitiendo su posible acrecentamiento artístico, tanto en la actualidad como en el futuro, obviamente teniendo siempre en cuenta que «nobleza obliga», por decirlo con una frase castiza.

Pero quiero advertir que en ambas posiciones se trata tan solo de adoptar una resolución meramente estética, ya que parto del principio que desde un punto de vista funcional y litúrgico todos consideramos al Pilar como un templo vivo y, por tanto, abierto al presente y al futuro. Conviene separar en El Pilar función artística y función religiosa.

Así las cosas, estimo que es defendible asumir cualquiera de las dos posiciones. Apostar por la mera conservación del patrimonio artístico del Pilar ya es por sí mismo un noble reto al que atender permanentemente y una gran carga social cotidiana. Por el contrario, el acrecentamiento artístico es muy deseable, pero implica siempre un notable riesgo en la elección.

En el caso que nos ocupa se añade la circunstancia especial de que la obra a incorporar no puede considerarse como «arte mueble», ya que de ser así no plantearía tantos dilemas. En efecto, y a pesar de que no se trate en sentido estricto de una decoración mural al fresco, sí lo es en el sentido funcional, es decir, va a incorporarse a la decoración monumental del templo, y, por tanto, en determinada medida va a contribuir a su transformación de un modo más sensible que lo haría cualquier obra de arte mueble, circunstancia que justifica la honda preocupación de los capitulares. Por esta razón yo que, personalmente, soy partidario de la posición de considerar El Pilar como una obra artística abierta, así como de seguir incrementando su patrimonio con el arte de nuestro tiempo, mantengo, sin embargo, bastantes reticencias acerca de la conveniencia de incrementar su decoración monumental.

En definitiva, será el Cabildo quien tome la decisión y ello resultará en todo caso muy relevante para la historia de los encargos artísticos y para la historia del gusto de nuestro tiempo. Solo deseo que estas reflexiones mías no contribuyan a enredar más la madeja.

Transmite mis respetos tanto al Excmo. Cabildo Metropolitano como al Excmo. y Rvdmo. Sr. Arzobispo y recibe un fuerte abrazo de tu buen amigo,

Fdo.: Gonzalo M. Borrás Gualis
Catedrático de Historia del Arte
Universidad de Zaragoza

Cuarto intento fallido, al ser rechazado por el Cabildo Metropolitano, que había es­tado informado desde principio, aceptando y asumiendo la iniciativa empresarial. Se despreciaron incomprensiblemente a los artistas y al mecenazgo de Heraldo Ara­gón, que sufragaba todos los costes de ejecución e instalación. Han pasado 25 años y todavía no se conocen los motivos. Los argumentos que se dieron, eran poco claros y de poca base.

La última propuesta fue a iniciativa del alcalde de Zaragoza, Juan Alberto Belloch, que le planteó la idea al prestigioso pintor Antonio López García y al Cabildo Metropolitano en 2009. Al pintor, al igual que a los anteriores artistas mencionados, le motivó el reto de dejar su obra en el templo. El artista eligió el espacio de un luneto cerca del coro mayor, proponiendo pintar un gran rostro de mujer simbolizando a la Virgen María, resultado de un proceso de fusión digital de siete rostros femeninos, familiares y conocidas suyas: un rostro que sería ese «Rostro Universal», abarcaría todo el luneto. La propuesta se completaba con un escultura de «una mujer del pueblo, de 70 años, con un aire espiritual, que por un milagro ve a la Virgen». La escultura, plantada sobre el pavimento, estaría con la mirada elevada hacia el rostro de la Virgen —tomando de modelo a la pintora María del Pilar Moreno Blasco, esposa de Antonio López—. Estas declaraciones las realizó el maestro, el 6 de mayo de 2017, durante la presentación del proyecto en el interior del Pilar, ante los representantes del Cabildo, medios de comunicación y un grupo reducido de invitados. Antonio López presentó un boceto, con tec­nología actual, proyectado sobre el luneto la imagen crea­da, proporcionando una visión muy cercana a lo que sería el resultado final de su idea pictórica.

Quinto intento fallido, se frustró en 2017, después de más de siete años de trabajo y gestiones. El presupuesto ascendía a dos millones de euros, nuevo rechazo del Cabildo, alegando su inviabilidad por considerar que la imagen presentada por el artista carecía de símbolos maria­nos, al parecer el rostro «Cualquier mujer». El maestro Antonio López declaró: «Quién sabe en realidad cómo es la Virgen».

Antonio López García, Rostro de la Virgen, 2017. Imagen captada en internet y tratada por Ángel Duerto
Antonio López García, Rostro de la Virgen, 2017. Imagen captada en internet y tratada por Ángel Duerto

Personalmente creo que cualquiera de los artistas comentados habría realizado un tra­bajo más que digno y alguno de ellos, ex­cepcional. Siempre he pensado que para la cúpula de Reina de la Hispanidad, los pintores más idóneos por el tema, podían haber sido el colombiano Fernando Botero o el mexicano Miguel Conde, idea que hasta ahora solo habita en mi pensamiento.

Otro proyecto y propuesta poco conocida es la del escultor Francisco Rallo Lahoz (1924­-2007), que presentó al Cabildo Metro­politano, en 1980, su proyecto para la reali­zación de cuatro esculturas en alabastro de tres metros de altura cada una, de los san­tos aragoneses, San Vicente Mártir, Santa Engracia, Santa Isabel y San Jorge, destina­das a las cuatro hornacinas existentes en el interior de la Basílica, situadas en las naves laterales a la altura de la capilla mayor, dos a cada lado, unas encima del Museo Pilarista y las otras encima de la Sacristía Mayor. Se conservan dibujos y los cuatro bocetos en escayola de 38,5 centímetros de altura cada uno. El escultor respetó la iconografía y trató cada una de las figuras con esquematizada y delicada belleza. Ricardo Centellas Salame­ro, entrevistó al escultor y publicó un artícu­lo titulado «Los santos más populares: Engracia, Isabel, Jorge y Vicente, charlamos en su estudio con Francisco Rallo artífice del proyecto», revista El Pilar (Zaragoza, 1982). Otro proyecto que no pudo ser.

Francisco Rallo Lahoz, San Vicente Mártir, Santa Engracia, Santa Isabel y San Jorge, 1980. Modelos en escayola. Colección privada. Imagen archivo Rallo Lahoz, fotografías de Javier Romeo
Francisco Rallo Lahoz, San Vicente Mártir, Santa Engracia, Santa Isabel y San Jorge, 1980. Modelos en escayola. Colección privada. Imagen archivo Rallo Lahoz, fotografías de Javier Romeo.

Siento que se haya impedido contemplar y disfrutar a generaciones posteriores el legado artístico de cualquiera de los artistas tratados, como sucede en otros templos de otras ciudades españolas. Quizás algún día, década o año puede ser el definitivo o quizás nunca se vuelva a plantear. Las nuevas tecnologías digitales y las recreacio­nes virtuales se imponen. Los avances tecnológicos nos acercarán a otras realidades en el patrimonio.

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